He leído muchas cosas sobre el origen de la práctica de Reiki. En sí, Reiki es una técnica de sanación oriental milenaria, tan antigua como el acto reflejo del ser humano y los animales de ponerse las manos en las zonas heridas o de dolor. Redescubierta y reelaborada por un Doctor japonés, Mikao Usuí, a mediados del siglo XIX. Su legado se ha pasado por trasmisión directa desde entonces por todo el mundo. Se supone que se origino en el Tibet, lugar donde Usuí llevo a cabo sus investigaciones y comenzó su proceso de iniciación, aunque hay datos de prácticas similares y otra escuela que se remonta al antiguo Egipto (Seichim).
Por definición, Reiki es una palabra compuesta de dos ideogramas: “Rei” que representa la fuerza universal, cósmica de la vida; y “ki”, la fuerza vital que fluye que lo une todo y algunos la conocen como el chi, Prana o simplemente bio-energía, etc. La traducción del sentido de esta palabra sería Energía Universal de Vida. Esta energía presente en el universo y en nosotros mismos, es la que el practicante de Reiki canaliza y trasmite al paciente para su sanación y mejora.
Reiki es un sistema curativo que trabaja con los sistemas de la energía y de los chakras o centros energéticos, del cuerpo, más todas las aureolas asociadas de la energía. Como todas las terapias de origen oriental se basan en la existencia de éstas ruedas energéticas cuya función es recepcionar, acumular y redistribuir dicha energía por el organismo, en especial, centralizando y trabajando sobre toda la serie de órganos y glándulas que rodean a cada uno.
Casi todos arrastramos alguna clase de circunstancia poco positiva; ansiedad, stress laboral, bloqueos emocionales por experiencias negativas, programas de aprendizaje restrictivos, cargados de incomprensión y continuas desvalorizaciones; experiencias de dolor traumáticas por enfermedades, perdidas se seres queridos, etc. Todo ello son gotas de lluvia que van erosionando nuestro Yo más profundo y generando bloqueos en nuestros chacras y, por ende, en nuestro campo energético. Cuando esto se produce , por algún trastorno, sobre todo, mental o emocional, nuestra salud física lo manifiesta. Esta comprobado científicamente que nuestras emociones están asociadas a péptidos que actúan sobre nuestro organismo generando beneficios cuando son positivas o bajada de defensas y enfermedades cuando son negativas o se retienen (estrés, ansiedad, etc.).
A través de Reiki se trasmite energía positiva a estos centros energéticos permitiendo que la energía vuelva a fluir por ellos, armonizando el organismo del individuo y mejorando su estado completo a todos los niveles, físico, espiritual y emocional. La energía se emite naturalmente del cuerpo físico de todos los seres, todo nuestro ser y organos internos estan rodeados por campos bioenergéticos. Aprender y dominar Reiki te permite estar al tanto de estos flujos de la energía y esencialmente te permite dirigir esta energía Reiki a voluntad.
Reiki es para todo el mundo independientemente de la fe que profese. Parafraseando a Martin Lee (maestro de Reiki/Seichim) , Reiki viene de la fuente divina de “todo que existe”, trata sobre el trabajo con las energías de gran alcance que han sido siempre frecuentes y es tan antiguo como el universo mismo.
Existen muchas variantes o escuelas surgidas de la original creada por Mikao Usui (Reiki Usui, Reiki tibetano, Reiki Shamballa, Reiki trayectoria sagrada, Reiki ascensión, Reiki Tera Mai, Seichem, Reiki Karuna, Ki Karuna, faceta de Seichim 7, Reiki Seichim extendido, Isis Seichim, Reiki japonés tradicional, Reiki Raku Kei, sistema curativo de Atlantis, etc.). Cada uno utiliza un método diferente para enfocar y atraer la energía curativa de “Reiki” y tiene técnicas y símbolos que varían ligeramente. Pero la energía es la misma y muchos de los estilos de Reiki son en realidad alteraciones hechas por el individuo del original desarrollado por Usui (Usui Shiki Ryoho). En mi caso, he tomado las enseñanzas del Original (Usui), sistema tibetano, con el que prefiero permanecer
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