Las Valquirias eran mujeres fabulosas, diosas menores, que vivían en el Valhalla, el cual estaba situado en el fantástico palacio dorado de Odín, dios supremo de la mitología nórdica, y al cual servían. Son consideradas las equivalentes a las valientes Amazonas, las cuales eran también diosas guerreras pero en la mitología griega.
Las Valquirias eran fuertes y vírgenes, e iban por los campos de batalla a lomos de sus caballos recogiendo a los guerreros caídos que hubieran sobresalido en vida por su impresionante capacidad para luchar y por su resistencia. Una vez elegidos, eran llevados al Valhalla. Allí se dedicaban a combatir mientras era de día. Cuando caía la noche eran agasajados con manjares propios de dioses regados con hidromiel.
Por ello para los guerreros era causa de vergüenza no morir a manos de un enemigo. Para ellos era un honor morir luchando y ser elegido después para ser llevado ante Odín en el Valhalla. Aquí, aparte de los espíritus de los más aguerridos y de las apasionadas Valquirias, se encuentra el gallo Gullinkambi, que canta cada amanecer para que una nueva jornada comience.
La reina de las Valquirias tuvo por nombre Brunilda y entre sus cualidades contaba con la de ser más fuerte que una docena de hombres juntos. Otras que tuvieron cierta relevancia dentro de la mitología, aunque no tanta como su reina, fueron Hilda, Thruda, Hlök, Mista, Rista, o Hnos (la más bella de todas), entre otras muchas.
Pero volvamos a Brunilda, de la que no se sabe mucho, sólo que nació en Asgard, en cuyas tierras moran tanto Odín como su hijo Thor, y fue elegida como gran líder de las Valquirias por el propio Odín. Por cierto, la historia vivida por estos tres personajes mitológicos es fascinante…
Y es que resulta que Odín otorgó a su hijo Thor una vida mortal, la cual personificó en Segismundo. Pero, tras haber transcurrido cierto tiempo, una Valquiria, en nombre de su dios que no encontró otra opción, se lanzó en busca del alma del propio Segismundo, que se había convertido en el mejor de los guerreros.
Brunilda intervino y lo impidió. El propio Odín tuvo que dar muerte a su hijo y, además, castigó a Brunilda por haberse opuesto a sus designios convirtiéndola en mortal. Ahora bien, la condujo también a un largo y profundo sueño, estado del que fue despertada por Sigfrido, hijo de Segismundo, del que terminó enamorándose sin remedio… pero esto es ya historia aparte.
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